lunes, 1 de febrero de 2016

Las dos caras del profesionalismo


Cuando uno piensa en jugadores de fútbol, piensa en personas que aman su trabajo. Aman lo que hacen, es obvio ¿no? Despiertan cada día para acercarse a su club y entrenar para rendir bien físicamente y, por supuesto, psicologicamente. Pero cuando decimos trabajo, ¿es realmente un trabajo? Y algunos dirán que sí, que es un trabajo. Otros reacios discutirán al respecto. Partiendo de la base de que es un trabajo, está más que claro que les pagan por jugar. Y mucho. Entonces, desde esas premisas uno podría exigir profesionalismo de su parte. Pero ¿qué implica ser profesional?

Según la página Quees.la esta es la definición de “Profesional”:

Una profesión es una labor que necesita de una formación determinada, o sea una capacitación educativa de cierto nivel como medio, terciario o superior; conocimiento especializado; cualidad de servicio a la comunidad, una organización propia a través de sindicato, gremio o colegios y una elevada ética profesional.

Pero no solo se usa este término para referirse a personas egresadas de casas de altos estudios, sino también para mencionar a quienes realizan tareas en otros órdenes, pero que lo hacen de forma especializada. De este modo se puede hablar de un deportista profesional, o de oficios.
Por lo tanto se puede decir que los jugadores de fútbol son profesionales. Ahora bien, me voy a quedar con esta parte “elevada ética profesional” (habría que pegar este cartel en el vestuario de algunos clubes.
Los jugadores tienen una serie de reglas explícitas e implícitas para dedicarse a este deporte. Las explícitas son fáciles de reconocer y pueden encontrarse en el reglamento escrito del Fútbol Internacional. Están a un par de clicks en la página oficial de AFA. En cambio las reglas implícitas son las que todos conocemos pero no están escritas en ningún lado. Me refiero al accionar de los deportistas, en este caso jugadores, en medio de un partido, ya sea amistoso u oficial.
En la imagen de arriba se puede ver a Javier Mascherano, líder incuestionable de la Selección Nacional Argentina de Primera División. Esa fotografía fue tomada el pasado sábado en el encuentro Barcelona – Atlético de Madrid. Esos choques son famosos por su juego friccionado y cortes bruscos. Sin profundizar mucho en el historial, el mismo sábado Filipe Luis fue expulsado del partido por una plancha en la rodilla izquierda a Lionel Messi. Sin palabras. En fin, volviendo a la situación de la imagen, Mascherano se acercó hasta Augusto Fernández para cerciorarse de que estuviera bien y le besó la frente. Javier Mascherano, jugador y estrella de Barcelona besó en la frente a Augusto Fernández, flamante refuerzo del Atlético de Madrid, su rival.
Esas son las acciones que uno espera de los jugadores. Uno puede entender las rivalidades porque es una competencia y como tal, solo gana uno. Pero no se entiende la falta de humanidad que existe en ciertos casos. En el día de ayer se cometió una falta grave a los principios que se tienen solo por ser parte de una sociedad. En el clásico entre Estudiantes de La Plata y Gimnasia y Esgrima de La Plata se produjo una fatal batalla campal ¿entre las barras bravas? ¡No! Entre los jugadores. Sin dar nombres específicos, muchos de los presentes en el campo de juego se prendieron en una lucha inentendible e innecesaria en la que un jugador tuvo que salir del predio en ambulancia. ¿En qué nos estamos convirtiendo si dejamos que esto siga sucediendo? Hace menos de un año, uno de los grandes clubes del país tuvo que ser eliminado de un torneo internacional porque un hincha arrojó gas pimienta a los jugadores rivales para suspender el partido. Hace años que el fútbol argentino se quedó sin la parcialidad visitante, ¿para qué? Para evitar la violencia. Se detuvo en gran porcentaje la violencia entre hinchadas, sin embargo, aparecieron otras luchas de poder. Las barras oficiales y las disidentes. Y como si esto no fuera suficiente para aguar los domingos por la tarde y evitar que familias enteras acudan a ver a su equipo, aparecen estos jugadores que se olvidan de su profesionalismo y deciden comportarse como verdaderos criminales.


No hay palabras para intentar defender o minimizar las acciones de lo ocurrido ayer por la noche. Es imposible hacerlo. Solo se espera lo mejor de los dirigentes. Sí, esos dirigentes que si son 75 asambleístas, votan 38 – 38 para elegir un presidente. El profesionalismo, señores.